El gratis total de Sánchez

Vivienda, educación, cuenta de ahorro, ayuda a la hipoteca, transporte y hasta dentista. Todo gratis total. ¿Quién da más? La izquierda pinta un país idílico donde todo es posible, pero lo que no dice es quién pagará la fiesta. El mundo feliz de Huxley es una fruslería comparado con El Dorado que nos promete el sanchismno­yolandisrno en sus respectivos programas electorales. ¿Qué hay problema de vivienda? Vivienda gratis. ¿Qué es imposible ahorrar? Cuenta de ahorro a cargo del Estado. ¿Qué son inalcanzables los masters y la educación de calidad? Formación especializada gratis también. ¿Qué los jóvenes con 18 años no tienen dote…? No se hable más, 20.000 euros. Por soñar que no quede.

Los programas electorales, en tanto que compromisos con la sociedad, deberían incluir una memoria económica auditada para explicar cómo se pagarán, pero tristemente no es así, porque las promesas se hacen, pero no se cumplen.

Hacer promesas para conseguir votos, no es algo que haya inventado Sánchez, aunque es un consumado maestro que, cuenta con un aparato propagandístico espectacular, un firme apoyo mediático y el convencimiento de que la memoria de los españoles es frágil y por tanto se les puede engañar. Con respecto a esto último, no pierdo la esperanza de lo contrario, porque no somos la plebe romana o los sans-culottes de la Revolución Francesa, ni los campesinos y obreros, analfabetos o semianalfabetos, de la Revolución Rusa.

Prometer solidaridad, empatía, máxima igualdad, vivienda para todos o la salvación del alma corresponde a una vieja política que también practican las nuevas demagogias, porque las triquiñuelas de antiguo caciquismo hoy se reinventan en Twitter. 

En la espléndida novela “Todos los hombres del rey”, Robert Penn Warren presenta a un turbulento demagogo norteamericano, inspirado en Huey Long (me recuerda tanto al presidente), todopoderoso político de Luisiana, que prometía a todos casa, radio, coche y un cheque de dos mil dólares. Por supuesto ganaba siempre y no cumplía nunca.

Sánchez, uno de los grandes exponentes del populismo contemporáneo, ha sublimado la mentira hasta el punto de ser capaz de negarla mientras la pronuncia. Sus promesas son peores que las mentiras, porque hay gente que las cree, lo que les genera esperanza, pero eso a nuestro campeón de la impostura le trae al fresco.

Diego Saavedra Fajardo (1584-1648), escritor y diplomático, que llegó a ser embajador en Roma y representante de España en la Dieta de Ratisbona que eligió al sucesor del emperador Fernando II del Sacro Imperio, en sus escritos afirma: “Lo que se promete y no se cumple, lo recibe por afrenta el superior, por injusticia el igual y por tiranía el inferior”.

El presidente busca la remontada, empleando chatarra retórica para hacer promesas que sin ningún pudor sabe con certeza que no cumplirá. Que es un mentiroso no es un hecho opinable, sino una verdad científica y contrastable. Pero también es cierto que la mentira se alimenta de nuestra predisposición a creérnosla, como decía Maquiavelo, aquel que engaña siempre encontrará a quien se deje engañar. Por ello, los resultados que arrojen las urnas el próximo 23 de julio merecerán numerosas lecturas, dos de ellas serán, el suelo electoral de la mentira y la ingenuidad en España.

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