Por España, todo por España

Una de las imágenes de la Transición que desde niño me han acompañado es la de Don Juan de Borbón el 14 de mayo de 1977, cuadrándose ante su hijo el Rey Juan Carlos e inclinando la cabeza tras haber renunciado a sus derechos dinásticos, proclamar: “¡Majestad, por España, todo por España!

Vivimos tiempos de cambio y de una segunda transición (con minúscula), capitaneada por Pedro Sánchez y caracterizada por la indignidad, la inmoralidad y la infamia. Si algo ha conseguido desde que es secretario general del PSOE es tener un partido domesticado y sometido a cualquiera de sus decisiones.  

Tres meses después de las elecciones y veinticinco días desde que fue designado candidato a la investidura, ha defendido por primera vez una amnistía para todos aquellos que delinquieron con el “procés”. Estamos ante una deslegitimación de los tribunales y del Estado para reprimir los delitos, además de obligar a la sociedad a pedir perdón a los delincuentes. En 1933 Azaña se manifestaba contrario a una propuesta de amnistía porque la República no debe “hacerse perdonar su propia existencia”.

Es complicado encontrar un presidente del Gobierno, menos respetuoso con la honestidad y la dignidad del cargo que ostenta. Ha escrito una triste y siniestra página donde el fin, el suyo, lo justifica todo. Ese “hacer de la necesidad virtud” que defiende, es la reflexión terrible y espeluznante de quien cree que la democracia empieza y termina en su persona.

No ha desgranado un solo argumento jurídico ni moral que pudiera sostener su dolosa conducta en favor de un indulto colectivo para el que no cuenta con la legitimidad popular ni la cobertura constitucional. Gobernar de espaldas a la gente, con engaños y fraudes, merece un buen repertorio de calificativos y ninguno tiene que ver con la honradez y la integridad.

Desafortunadamente, a falta de ajustar el precio, la amnistía se producirá, pendiente sólo de flecos más políticos que jurídicos. La cobertura de los delitos y su encaje legal quedan asegurados por la tutela de Conde Pumpido, cuya tarea de consultoría supervisora es escandalosa. Si algo es ilegal desde el punto de vista jurídico e ilegítimo desde el punto de vista político, lo normal es que también sea inmoral.

Esquerra y el PNV apretarán hasta el final para obtener más en la subasta de privilegios económicos y cesiones de nuevas competencias. Y Podemos tragará por no aparecer como responsable de frustrar un Gobierno de izquierdas. Habrá forcejeos hasta última hora, porque Moncloa quiere garantizarse, además de la investidura, varios presupuestos.  

Pero el colmo del asunto, es que Sánchez afirma, como si de D. Juan se tratase, que su propuesta de amnistía a los golpistas la hace en nombre de España. Pues como español le digo que no en mi nombre, ni en el de millones y millones de conciudadanos que no quieren romper su país, ni blanquear a terroristas, ni mirar para otro lado cuando se incumplen las leyes, ni que haya ciudadanos de primera y de segunda.

No busquen ustedes más lecturas ni complejas interpretaciones, estamos ante una indecente arbitrariedad, ante la ambición personal de un individuo que quiere continuar durmiendo en la Moncloa, aunque en su empeño produzca uno de los mayores destrozos que se recuerdan. Será, eso sí, por el bien de España.

Odio y más odio

El odio nunca muere, decía Faulkner. Es un río subterráneo que circula a lo largo de la historia, transportando siempre los mismos estereotipos seculares: racistas, anticristianos, antisemitas, islamofóbicos, etc. Pero, de vez en cuando, ese río sale a la superficie y provoca erupciones muy violentas. Palestina, Israel, Rusia, Yemen, Sudán. De repente, odios larvados durante siglos desembocan en violencias extremas: terrorismo, asedios, bombardeos sobre civiles, limpiezas étnicas.

David Brooks, uno de los articulistas más leído del New York Times, en su último libro, How to Know a Person: The Art of Seeing Others Deeply and Being Deeply Seen, plantea muchos debates interesantes ¿nos hemos vuelto más crueles e inhumanos? ¿Hemos perdido la empatía y disfrutamos haciendo daño? ¿Creemos que el adversario ideológico no es digno de respeto? 

Pero ¿por qué se produce esta eclosión de odios ancestrales y de ira, precisamente ahora? La respuesta parece clara: El mundo atraviesa una crisis política civilizacional, una época de crispación permanente, donde se fomenta la política de trinchera y un abismo imposibilita el entendimiento.   

Hemos abierto de par en par las compuertas que contenían esos odios, y ahora andan sueltos. Suelen empezar con una pequeña semilla que crece sin medida si se riega con pobreza e injusticia y se abona con fanatismo. Indefectiblemente el odio genera violencia y de esta nace la venganza, que a su vez lo incrementa. Observo horrorizado lo que ocurre en Israel y cunde en mí un profundo desánimo. Me espanta la crueldad de unos y otros, en esta interminable guerra en la que todos tienen penas graves que purgar y en la que la conmiseración por el sufrimiento humano y la misericordia parecen haber desaparecido.  

El odio, como discurso político, ha vuelto con fuerza inusitada, se viraliza a una velocidad nunca vista y nos engañamos si consideramos que sus estallidos son un fenómeno localizado. Parece algo estructural y, hasta cierto punto, específico de nuestra época, por su escala y la celeridad con la que se propaga. Son tiempos de ira extrema, con muchas guerras abiertas, donde las víctimas civiles no dejan de aumentar con más de 100 millones de desplazados forzosos.

El odio es siempre difuso. Con exactitud no se puede odiar bien, ya que la precisión trae consigo la sutileza, la mirada o la escucha atenta, la diferenciación que reconoce a cada persona como un ser humano con todas sus características e inclinaciones diversas y contradictorias. Tampoco es individual ni fortuito, ni se manifiesta de repente y por descuido. Siempre es colectivo e ideológico y requiere unos moldes prefabricados en los que poder verterse. 

La vacuna la encontramos en el humanismo, que significa poner la dignidad de la persona por encima de cualquier ideología. Cuando la idea reemplaza a la persona, el extremismo se abre paso. Por eso el odio considera que destruir esa dignidad es de valientes y apelar a la paz de cobardes.

Cada época tiene sus síntomas y locuras. Estas son señales del estado de una cultura, de su sistema moral, y una verdadera advertencia. Hay que trabajar en restituir los valores, la solidaridad y el ejercicio de la política para el bien común. Es tristísimo ver que la humanidad se empeñe en seguir suspendiendo y eso que ya venía de repetir curso.

Barden y el Imperio Español

Hace unos días, el “reputado historiador y antropólogo”, Carlos Bardem, que si bien ya siendo sólo actor, opinaba con contundencia, ahora como historiador alcanza una autoridad que ni Sánchez Albornoz, afirmaba que “el Imperio español no existe”. Que es todo una falacia y si bien este no existió, lo que sin duda si existieron fueron sus horrores.

Estaríamos ante un puro instrumento ideológico-político al servicio del españolismo contemporáneo, sin más. Ingleses, franceses, turcos y demás rivales del Imperio de los Austrias no luchaban por lo visto contra los españoles. Del mismo modo que al parecer tampoco, las potencias extranjeras contaban con el Imperio español en sus tratados y acuerdos.

Sin ánimo de contradecir al estudioso, actor de renombre y novelista histórico, hay que decir que tanto el magnífico Archivo Histórico Nacional, el Archivo General de Indias o el mismo Archivo de Simancas, dan buena cuenta de lo que él niega, el paso del Imperio español por la historia, que desde finales del s. XV, ocupó 20 millones de km2 y llegó a extenderse desde la Alta California, por el norte, hasta el cabo de Hornos, en el sur. Son demasiados años como para declarar, como hace Bardem, su inexistencia.

Continúa el historiador afirmando que “todas las conquistas, desde Roma, Alejandro Magno, los fenicios, España, Francia o la operación Libertad Duradera en Irak, son empresas económicas. Son socializaciones a gran escala del saqueo y el asesinato”. Pero hombre, bien es cierto que Cortés y Pizarro no viajaron para actuar como “cascos azules” y parar genocidios, pero tampoco iban a provocarlos. De no ser así, a que viene que llevaran imprentas y fundaran hospitales (el de México tiene más de 500 años), o universidades (más de 30, la primera se fundó en 1538 en Santo Domingo).

Pero siguiendo al ínclito Bardén, todo fue obra de unas “élites extractivas” que mandaron a unos “pobretones” a “acuchillar a otros pobretones al otro extremo del mundo”, olvidando que precisamente “nuestra explotación” hizo de México y de Perú dos de las ciudades más importantes y ricas del mundo. Pero eso nada importa.

Al Dr. Bardén, cuya categoría intelectual no le deja guiarse por impulsos, dada su condición de hombre prudente, sagaz, independiente y lúcido erudito, hay que recordarle que la primera institución política global de la historia fue el Imperio español, que duró cuatro siglos y fue una historia de éxito y no una historia de fracaso. 

Historiadores como Marcelo Gullo o Carl Grimberg, han demostrado que, en ese Tribunal de la Historia y de las leyendas negras que tanto gustan a Bardén, España ha sido juzgada, por jueces parciales con testigos falsos. Porque América, antes de 1492, se asemejaba más al infierno que al paraíso, pues reinaban en el Nuevo Mundo los sacrificios humanos o el canibalismo.

Profesor Bardén, no se haga trampas al solitario, pues hay que ver la de vueltas que da para que España no tengan nada que celebrar el 12 de octubre, porque de ser así, entonces sí que habrá que pedir perdón. Con personas como usted, luchar contra la leyenda negra es casi una batalla perdida, aunque muchos no nos resistiremos a asumir la derrota de antemano. “La derrota (decía Cervantes) es patrimonio de las almas nobles, por lo menos hay que ir a la pelea aunque le derroten a uno”.

La paz imposible

Como en el Yom Kipur de 1973, Israel vuelve a ser atacado, esta vez por terroristas de Hamas que se han infiltrado tras su frontera, para asesinar y secuestrar civiles. Un ataque inédito que ha dejado en shock a la sociedad israelí, cuya preparación larga y minuciosa, el entrenamiento y los sofisticados medios empleados, permiten deducir que han contado con la ayuda de la extensa e influyente familia de los Hermanos Musulmanes.

En época de transformación del orden internacional, el motivo de fondo de lo sucedido no es teológico, ni siquiera nacionalista, sino geopolítico y admite varias claves interpretativas.

El primer objetivo de Hamás es geopolítico. Una operación impulsada por Irán que busca dejar en evidencia a Emiratos Árabes, Baréin, Sudán y Marruecos, países árabes que desde 2020 tienen relaciones con el Estado hebreo y evitar que otros hagan lo propio. No obstante, su objetivo prioritario, es hacer descarrilar el acercamiento auspiciado por EE.UU. entre Israel y Arabia Saudí, en un momento en el que ambos negocian un acuerdo que cambiaría la geopolítica de la región.

La segunda clave es política: Hamas quiere reivindicarse como líder de la resistencia palestina y extender su influencia desde Gaza a Cisjordania. Territorio regido por la Autoridad Palestina, calificada por Hamas de caricatura de autogobierno, que se encuentra en declive, entre otras muchas razones, por la impotencia de sus líderes para impedir la expansión de colonias judías en el territorio.

El objetivo último de Hamás, es propagandístico. Su incursión busca demostrar que Israel no es invulnerable y puede ser humillado, y que no habrá paz mientras dure la ocupación. Asimismo, la muerte de civiles es parte de una estrategia de sacrificio, que busca visibilizar un conflicto del que ya no se ocupa la prensa internacional.

El actor más inquietante de cuantos han celebrado los ataques es Irán, enemigo de Israel, que quiere mantener su influencia en Oriente Medio, y espolea el choque para agitar el avispero. El otro interesado en que se agrave la situación es Rusia, que ha estrechado en los últimos meses relaciones con Hamás, instándoles a “debilitar a Occidente”. Esta estrategia conjunta ruso-iraní responde a su programa de acoso a las democracias occidentales mediante la desestabilización de sus frentes críticos.

El conflicto entre Israel y Palestina es complejo y arraigado por décadas de tensiones históricas y territoriales. La población civil de ambos lados ha sufrido mucho a lo largo de los años, y es probable que personas bien intencionadas, se sientan legítimamente preocupadas por los derechos de los palestinos y expresen su angustia ante la respuesta israelí. Pero por coherencia, sólo cabe la condena inequívoca a los grupos terroristas que empujan a su pueblo a guerras suicidas. El terrorismo, el asesinato indiscriminado de civiles no “liberará” a los palestinos, tan sólo traerá más dolor. La guerra la desencadenan los extremistas que pretenden con su violencia llenar el vacío que deja la esterilidad de la política y la diplomacia. Sin embargo, la única y auténtica victoria es la paz, resultado del diálogo y de los pactos, justo el camino que Israel y Palestina han ido abandonando en los últimos 30 años hasta llegar a la actual catástrofe sin

Adiós a la purpurina

El 17 de octubre diremos adiós a la purpurina para las fiestas, como antes se puso coto a las pajitas para las bebidas y los cubiertos y vajillas de plástico para las comidas. Año tras año, la Comisión Europea va restringiendo el uso de objetos cotidianos contaminantes. Esta medida se une a la prohibición de vender productos hechos con plástico de un solo uso, establecida desde hace un año y medio en España por la Ley de Residuos, aunque aún se encuentran disponibles, porque se permiten vender las reservas que ya tuvieran las tiendas. Las empresas productoras ya buscan alternativas como materiales biodegradables o de cartón para reducir la utilización de plásticos de un solo uso.

En efecto, el plástico se ha convertido en un serio problema para el medio ambiente, porque suponen entre el 80% y el 85% de la basura que se vierte a los océanos, según un informe de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN). También, según datos de Greenpeace, cada año arrojamos el equivalente a 1.200 veces el peso de la Torre Eiffel en basura a los océanos y, mientras una botella de plástico tarda en degradarse 500 millones de años, en España solo el 30% de los plásticos que se usan se reciclan.   

La purpurina, presente en muchos objetos y productos, es amada y odiada a partes iguales. Reina de las celebraciones y emblema del brilli-brilli, ese concepto nacido en el entorno choni que hace referencia a las cosas que siendo de pésima calidad superan su mediocridad añadiéndoles fibras, esmalte o cristales que les hagan resplandecer, brillar en lo gris de su esencia. El mundo Swarovski llevado al consumo masivo.

En los últimos años, esta cultura, vive un momento de revival en redes sociales y en propuestas de moda, por su apariencia festiva e inocua. Lo sabe la industria, que la usa como reclamo en sus productos, por su carácter festivo e instagrameable. Se extiende, no como mancha, sino como reflejos en la sala de los espejos del parque de atracciones, por aquí, por allá, rebotando y multiplicando su fulgor sin nada que sustanciar más que su tránsito cristalino. Todo es vacío y oropel.

La política también se deja seducir por el brilli-brilli, o por el viaje ansioso de Ícaro hacia el brillo, por su simplicidad y el chascarrillo de lo visceral. Se caracteriza por mensajes con muchas alharacas, mucho titular y ningún plan. Acción política vacía de contenido que es sustituida por frases cortas y eslóganes de campaña, que cambian los discursos ideológicos por estribillos de canciones del verano.

Así se encuentra una parte decisiva de nuestros políticos, perfilados con cuatro brochazos ideológicos, vacíos e inútiles, enmascarados en destellos con los que obnubilar la vista de la ciudadanía. Todo para ocultar la fealdad y la inconsistencia de lo que se esconde bajo la capa deslumbrante con la que pretenden despistar.

Son como los cantantes de la Academia de Operación Triunfo, que lo mismo te cantan un bolero, que una ranchera, o una balada Pop. Se proclaman muy progresistas, pero defienden sin problemas, todo el considerado paquete neoliberal desde los vientres de alquiler a la consideración de la prostitución como un trabajo cualquiera para las mujeres.

La UE eliminará de nuestra vida cotidiana la purpurina, pena que no haga lo propio con los políticos brilli-brilli.