Entre todos lo mataron y él solito se murió

Se consumó la tragedia griega, y como si de la Antígona de Sófocles se tratase, el enfrentamiento entre Antígona y Creonte, o Pedro Sánchez y Susana Díaz se resolvió con la dimisión del primero.

Creo que no conviene hacer leña del árbol caído, por otro lado algo muy español, a cuenta de la crisis que están viviendo el Partido Socialista. Pero dado que lo qué está sucediendo es algo más que una pelea por el trono de Ferraz, por sus implicaciones para la estabilidad de la política española, se justifican algunas reflexiones.

El liderazgo de Sánchez ha durado dos años y tres meses. No sabría decir cuáles han sido sus logros, ¡de haberlos! Sí que destacaría que ha convertido a sus bases en arma arrojadiza y sumiendo al partido y a su electorado (más centrado y menos radical que los afiliados) en una crisis de identidad peligrosa. Ha renunciado a sus referentes ideológicos, y en política, cuando esto sucede, uno no puede diferenciarse ya de sus competidores y empieza a perder, que es justo lo que le ha pasado al PSOE con Podemos. Ha cimentado su estrategia política en una dialéctica de confrontación casi bélica con el PP, basada en el famoso “no es no”, que ha contribuido más a radicalizar a esas bases, deseosas de recuperar el orgullo partidista del pasado, que a ganar elecciones.

¿Y ahora qué? Una vez que los Barones han dejado claro quién manda, les queda un reto importante: coser y cerrar las heridas de un partido totalmente dividido. Además, han de solventar una cuestión ciertamente saducea sobre si deben o no abstenerse en una segunda votación de investidura de Mariano Rajoy para permitir la gobernabilidad del país. Hagan lo que hagan seguro que a corto plazo les va a crear más tensión.

Lo más inteligente sería abstenerse y ganar tiempo, porque ir así a unas terceras elecciones puede resultarles trágico. El margen de maniobra para explicar esta decisión a su encendida afiliación lo van a tener que buscar en las concesiones que el PP esté dispuesto a ofrecerles. Supongo que empezarán por pedir la cabeza de Rajoy, a lo que los populares no accederán, aunque sí podría conseguir otras piezas menores. Parece al alcance de la mano la retirada de las leyes de Educación o de Seguridad Ciudadana, la redacción de una nueva Ley Electoral, un pacto contra la corrupción, la renovación de algunos cargos institucionales e incluso alguna reforma constitucional de menor calado. Serían inteligentes también si pidiesen la Presidencia del Congreso (lo que sentiría por su presidenta actual) para ofrecérsela a Patxi López, uno de los incondicionales del dimitido Pedro Sánchez, lo que les permitiría empezar a curar heridas y sanar, mediante las arcas del Estado, los corazones dolidos.

Pase lo que pase, España necesita volver a contar con un Partido Socialista centrado, leal institucionalmente, defensor del marco constitucional y capaz de plantar cara a los populismos de izquierdas con un proyecto político atractivo que les permita recuperar los apoyos perdidos.

Al Gobierno y al Partido Popular sólo les queda ahora poner también su granito de arena y desterrar la tentación de querer dar la puntilla al rival, porque de hacerlo lo que estaría consiguiendo es fortalecer a Podemos y a sus socios.

 

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