Universidad escuela de que

Probablemente la noticia es que los cachorros de Podemos, bueno mejor dicho, que los estudiantes universitarios que en el ejercicio de su legítimo derecho a la libertad de expresión, y cumpliendo el deber casi místico de impedir el acceso a las tribunas universitarias de reaccionarios y fascistas, en definitiva, de todos aquellos que no piensan como ellos, boicotean una conferencia en la Universidad Complutense de Madrid del ex presidente del Gobierno Felipe González y del presidente del Grupo Prisa, Juan Luis Cebrián.

Pablo Iglesias, gurú y líder de estos paladines de la libertad de la Federación Estudiantil Libertaria, definía esta acción como un «síntoma de salud democrática«. Y la verdad es que no lo es, porque como afirmaba Noam Chomsky: “si no creemos en la libertad de expresión para la gente que despreciamos, no creemos en ella para nada”.

Siendo este hecho concreto lamentable y muy trascendente políticamente, por cuanto ha afectado a dos actores especialmente relevantes y porque supone que una vez más, Podemos y sus huestes, intentan ganar en la calle mediante la violencia y la negación de los derechos de los rivales, lo que las urnas no les dan (¡Pablo que mal perder tienes!), no es lo que más me interese ahora.

Lo que realmente me interesa es preguntarme: ¿qué clase de Universidad tenemos?, ¿qué formación damos a los universitarios?, y en definitiva ¿qué sociedad y ciudadanos queremos y tendremos en el futuro?

No me cabe duda de que la Universidad, con mayor o menor acierto, es el lugar en el que se dota a los alumnos de los conocimientos y las capacidades necesarias para el ejercicio de una actividad profesional. Sin embargo, si me caben más dudas acerca de si se les enseña también que esos conocimientos y capacidades tienen que servirles para discernir y ejercer la libertad con conocimiento de causa.

Es cada vez más frecuente leer en los periódicos actos que tienen lugar en las aulas universitarias, que suponen una grave falta de tolerancia y un deseo de confrontación: agresiones, boicots a profesores, incumplimiento de las normas de convivencia, falta de respeto a los derechos de los demás, novatadas, etc…

Parece asimismo que todo el mundo estuviese obligado a tener que elegir un bando y tomar partido activo por unas ideas, por supuesto combatiendo activamente las del bando contrario. Hemos perdido la capacidad de pararnos frente al otro, y aunque no estemos de acuerdo en nada con él, poder verlo como válido, comprendiendo que su historia lo ha llevado hasta ese lugar, y que sus decisiones aunque distintas no son menos valiosas. Antonio Machado ilustra muy bien esto cuando dice “que dos y dos sean necesariamente cuatro, es una opinión que muchos compartimos. Pero si alguien sinceramente piensa otra cosa, que lo diga. Aquí no nos asombramos de nada”. 

Una sociedad no puede avanzar sin el debate y el respeto a las ideas de todos. La tolerancia no es un indicio de poca convicción o de hacer lo incorrecto. Es necesario buscar juntos la verdad, que se encuentra cuando cruzamos opiniones con las de los otros buscando un punto de coincidencia, y reconociendo sin pudor cuando el de enfrente tiene la razón. En ese punto descubriremos que la tolerancia contribuye al progreso, como afirmaba Bernard Shaw.

Civilizar el Capitalismo

Federico Steinberg, Investigador del Real Instituto Elcano realizaba en un artículo reciente unas interesantes reflexiones sobre los problemas de la globalización a cuenta de la última cumbre del G-20 celebrada en la ciudad china de Hangzhou, en la que los líderes mundiales, todavía en shock tras el triunfo del Brexit en el Reino Unido, se manifestaban preocupados por el “mal reparto de los beneficios de la globalización” y por la necesidad de que esta sea y se perciba más justa. Esta inquietud tal vez responda más a una necesidad de anticipar los problemas que pueden venir que por la búsqueda de mayor justicia social. Sea como fuere esa necesidad de intervenir en el reparto de la riqueza y en “civilizar el capitalismo” es positiva.

Según Steinberg, a la tradicional dialéctica política entre izquierda y derecha se está sumando otra entre los que quieren mantener sus países abiertos al comercio, la inversión y la inmigración y quienes prefieren cerrarse, intentando preservar así su identidad y bienestar material. Esto es lo que explica en parte el auge de partidos de ultraderecha en Alemania, Austria o Francia.

El capitalismo, según el economista Dani Rodrik, puede ser el mejor sistema para generar crecimiento e innovación, pero es también incapaz de justificarse políticamente si el Estado no protege a los menos afortunados y les da más oportunidades y alternativas, que es justo lo que los ciudadanos piensa que está sucediendo por culpa, entre otras cosas, de la globalización.

Branko Milanovic, otro economista, afirma a su vez que la globalización ha permitido el “primer descenso de la desigualdad global de los últimos 200 años y el momento de mayor restructuración de la renta personal desde la Revolución Industrial”. Sin embargo esta reducción de la desigualdad a nivel global no ha venido acompañada del mismo incremento de la riqueza interna de los países y para todos sus habitantes, ya que los beneficiados han sido sobre todo las clases medias y altas en los países asiáticos y las clases más altas, a nivel global. Y esto es algo que también han apreciado los ciudadanos.

Los gobiernos deben garantizar la igualdad de oportunidades y la protección de los más desfavorecidos, para lo que se necesitan políticas de redistribución de la renta y un uso más efectivo de los fondos públicos para que por ejemplo, los individuos y las empresas, aumenten su competitividad y afronten mejor los problemas, pero también las oportunidades, que nos ofrece una economía globalizada.

Para limitar los efectos negativos de la globalización habría también que potenciar mecanismos de gobernanza global que puedan entre otras cosas, universalizar las prestaciones y derechos de los trabajadores, desterrar las condiciones laborales precarias, incentivar la lucha contra la evasión fiscal o los paraísos fiscales. Esto permitiría que se estableciesen reglas similares para todos y las economías pudiesen competir en cierto pie de igualdad.

Enfrentamos tiempos convulsos que podrían poner en peligro la estabilidad que viven nuestras sociedades, con intentos de deslegitimar a gobiernos e instituciones y con el riesgo añadido de resucitar fronteras y muros. ¡La verdad es que no aprendemos!

12 de octubre Fiesta de la Guardia Civil

El 12 de octubre se celebran dos fiestas importantes la “Hispanidad”, últimamente más celebrada fuera que dentro de España y el Pilar, patrona de Zaragoza y de la Guardia Civil.

La Guardia Civil es una Fuerza de Seguridad del Estado, desplegada en todo el territorio nacional, fundado en 1844 por el Duque de Ahumada, que pasa por ser uno de los cuerpos policiales más antiguos del Mundo, tan sólo superada en antigüedad por la Sûreté Nationale francesa, los Carabinieri italianos y Scotland Yard.

Dispone de algo más de 2.000 instalaciones y de unos 80.000 efectivos; es este potencial el que hace posible el cumplimiento de las tareas encomendadas: garantizar la seguridad ciudadana, velar por el libre ejercicio de sus derechos y libertades, etc. Lleva también casi 30 años participando en misiones internacionales de paz, dando seguridad a aquellos que no la tienen y recibiendo por ello el reconocimiento unánime de la Comunidad Internacional.

Los últimos años han dirigido sus esfuerzos a convertirse en un cuerpo de seguridad moderno, cercano al ciudadano, referente por calidad, versatilidad y disponibilidad para afrontar los nuevos retos de la delincuencia y capaz de dejar atrás la imagen un tanto rancia de otras épocas.

A pesar de que si atendemos a los estudios del CIS es una institución social muy conocida, bien valorada y junto con la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas, la que más confianza genera a los españoles, a menudo se ha encontrado huérfana de reconocimiento de parte de la sociedad, y han tenido que desarrollar su trabajo no siempre en las condiciones más favorables, basta visitar alguna de las casa-cuartel que pueblan la geografía española para darse cuenta de ello.

El escritor Lorenzo Silva señala, que “son los mejor valorados porque son profesionales, sacrificados, trabajadores, serios y rigurosos. Y lo transmiten con solo verlos”.

Dos acciones ejemplifican que son un cuerpo especial hecho de otra madera. Ambas tienen como protagonistas a ex terroristas de ETA. La primera tuvo lugar en Sierra Nevada en 2004, donde siete agentes del Servicio de Rescate e Intervención en Montaña rescataron jugándose la vida a dos montañeros, con los que cargaron a hombros llevándolos a una cueva, donde los curaron y les dieron calor con sus propios cuerpos. La segunda, más cercana es de marzo de este año, y tiene lugar en la localidad navarra de Beruete, donde dos autobuses también de simpatizantes de ETA se vieron atrapados por la nieve. Tras llamar a emergencias del Gobierno de Navarra y a la Policía Foral que nada hicieron por tratar de ayudarles, se encontraron con que sólo acudió en su auxilio la Guardia Civil que les puso a salvo. Y todo esto sin olvidarnos que esa banda terrorista ha asesinado a 230 agentes de la Benemérita.

La historia de la Guardia Civil es un reflejo de la historia de España y, como la del país, no está libre de luces y de sombras, pero es la historia de una Institución que se ha caracterizado por su lealtad al Gobierno en cada momento, el servicio al pueblo y el cumplimiento del deber, para lo que no ha dudado en sacrificar vidas de sus miembros. Justo es, en el día de su patrona, reconocer estos méritos, felicitar a los hombres y mujeres que componen la Guardia Civil por sus aciertos y animarles a continuar por ese camino. ¡Yo ese día brindaré por ellos!

Entre todos lo mataron y él solito se murió

Se consumó la tragedia griega, y como si de la Antígona de Sófocles se tratase, el enfrentamiento entre Antígona y Creonte, o Pedro Sánchez y Susana Díaz se resolvió con la dimisión del primero.

Creo que no conviene hacer leña del árbol caído, por otro lado algo muy español, a cuenta de la crisis que están viviendo el Partido Socialista. Pero dado que lo qué está sucediendo es algo más que una pelea por el trono de Ferraz, por sus implicaciones para la estabilidad de la política española, se justifican algunas reflexiones.

El liderazgo de Sánchez ha durado dos años y tres meses. No sabría decir cuáles han sido sus logros, ¡de haberlos! Sí que destacaría que ha convertido a sus bases en arma arrojadiza y sumiendo al partido y a su electorado (más centrado y menos radical que los afiliados) en una crisis de identidad peligrosa. Ha renunciado a sus referentes ideológicos, y en política, cuando esto sucede, uno no puede diferenciarse ya de sus competidores y empieza a perder, que es justo lo que le ha pasado al PSOE con Podemos. Ha cimentado su estrategia política en una dialéctica de confrontación casi bélica con el PP, basada en el famoso “no es no”, que ha contribuido más a radicalizar a esas bases, deseosas de recuperar el orgullo partidista del pasado, que a ganar elecciones.

¿Y ahora qué? Una vez que los Barones han dejado claro quién manda, les queda un reto importante: coser y cerrar las heridas de un partido totalmente dividido. Además, han de solventar una cuestión ciertamente saducea sobre si deben o no abstenerse en una segunda votación de investidura de Mariano Rajoy para permitir la gobernabilidad del país. Hagan lo que hagan seguro que a corto plazo les va a crear más tensión.

Lo más inteligente sería abstenerse y ganar tiempo, porque ir así a unas terceras elecciones puede resultarles trágico. El margen de maniobra para explicar esta decisión a su encendida afiliación lo van a tener que buscar en las concesiones que el PP esté dispuesto a ofrecerles. Supongo que empezarán por pedir la cabeza de Rajoy, a lo que los populares no accederán, aunque sí podría conseguir otras piezas menores. Parece al alcance de la mano la retirada de las leyes de Educación o de Seguridad Ciudadana, la redacción de una nueva Ley Electoral, un pacto contra la corrupción, la renovación de algunos cargos institucionales e incluso alguna reforma constitucional de menor calado. Serían inteligentes también si pidiesen la Presidencia del Congreso (lo que sentiría por su presidenta actual) para ofrecérsela a Patxi López, uno de los incondicionales del dimitido Pedro Sánchez, lo que les permitiría empezar a curar heridas y sanar, mediante las arcas del Estado, los corazones dolidos.

Pase lo que pase, España necesita volver a contar con un Partido Socialista centrado, leal institucionalmente, defensor del marco constitucional y capaz de plantar cara a los populismos de izquierdas con un proyecto político atractivo que les permita recuperar los apoyos perdidos.

Al Gobierno y al Partido Popular sólo les queda ahora poner también su granito de arena y desterrar la tentación de querer dar la puntilla al rival, porque de hacerlo lo que estaría consiguiendo es fortalecer a Podemos y a sus socios.